martes, 7 de abril de 2009

Donde habite el olvido

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.

Luis Cernuda

2 comentarios:

  1. Nadie eleva plegarias por los árboles
    cuando secos se enleñan hasta el polvo
    y ya polvo se embarran con la lluvia
    y ya barro se adentran en la tierra
    y consuelan los pastos.

    Y aunque nadie les reza
    ellos cantan en viento la desdicha
    de otro barro que en carne visitaba su sombra
    y oficiaba de amante de la verde madera.

    Esa carne rezaba,
    y era dulce el murmullo
    que al oído del árbol,
    moribundo y leñoso,
    prometía que luego
    nacería otro tallo
    que en la sangre del muerto
    crecería.

    Pero ya nadie reza.

    Nadie eleva plegarias por los árboles,
    nadie enduela su voz como plegaria,
    nadie rasga su pecho de corteza
    en señal de congoja.

    En el canto del viento la arboleda
    que ha querido ser arco y hoy es polvo,
    consolando a los pastos por el frío,
    consolando a la carne que en la tierra
    se ha dormido de plomo silenciada,
    mientras cae la lluvia sobre tejas inglesas
    y carteles que hablan
    de la suerte del mundo.

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  2. poema de Carlos Aldazábal

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